lunes, 26 de mayo de 2014

EL LLANTO DE UN BARCO



El dia amaneció como siempre, espléndido.

Desayuné. Me fuí a jugar un ratito por el campo hasta que vi aparecer un barco por la Punta de la Mona, seguramente en dirección a Málaga.

Me fuí para la casa y llamé a mi madre para que saliera para verlo. Nos quedamos mirando un ratito y nos quedamos parados al ver que, por el mismo sitio y a baja altura, apareció un avión. Dio varias vueltas en redondo, sin variar la altura, sobre el barco, le dió varias pasadas, subió varias veces, bajó otras tantas encima del mismo. La última vez descendió tanto que salpicó el agua del mar, en forma de espumas, sobre la cubierta.

Sin duda que aquello era una advertencia, ya que empezó a elevarse y cuando estaba a cierta altura, dejó caer una bomba. Ascendió un poco más y le descargó dos bombas más.

Para los que mirabamos nerviosos sin sospechar este resultado, se nos acabaron todas las cosas. Yo me arrinconé con mi madre y no me acuerdo qué hice. Mi madre lloraba, como siempre en estas circunstancias tristes.



El barco puso proa hacia la costa y empezó a sonar la serena una y otra vez con todo el dolor de que era posible. ¿Qué sucedía ? Se cortó el aire. Se callaron los perros. Desaparecieron los pájaros y parecía  que se los hubiera hundido la tierra que pisábamos. Nos quedamos como estatuas viendo cómo el barco lloraba y lloraba mientras se dirigia  hacia el rebalje a toda máquina.

Que sin razón vivimos en un momento y que recuerdo de miedo y desamparo conservamos todavía. Llegó un momento en que el barco se escondió detrás de los montes de Calaceite, pero sus sirenas seguían pidiendo auxilio  con todo el dolor de que eran capaces.

Llegó un momento en que se callaron y nosotros nos tranquilizamos, porque nada se veía y el silencio fue sepulcrar.
 
Yo no pude ver el barco porque era muy pequeño, pero mi hermano Sebastian, que era mayor que yo, si fue a verlo. Se había encajado, con toda la fuerza de sus máquinas, en la arena de la playa No se había hundido, ni había muerto nadie.

Yo no vi ese barco hasta pasados varios años, porque se veía desde los autobuses, pero si dejó un recuerdo en mi vida que ahora trato de reflejar en estas letras,  

                                         José Cabral Arrabal

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